Adolescentes Enamorados Planearon Reunirse en Times Square 10 Años Después — En Cambio, una Niña de 10 Años se Acercó a Él Allí.

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Era la noche del baile de graduación. La música suave flotaba en el aire mientras Sally y Peter bailaban lentamente, tomados de las manos con fuerza, como si el mundo pudiera desmoronarse a su alrededor. Las lágrimas corrían por el rostro de Sally, su rímel dejando huellas oscuras en sus mejillas sonrojadas.

“Si algún día perdemos el contacto, prométeme que nos encontraremos en Nochebuena, dentro de diez años, en Times Square,” susurró ella, con la voz temblorosa. “Incluso si estamos casados o tenemos hijos. Estaré sosteniendo un paraguas amarillo. Así me encontrarás.”

Peter apretó sus manos con firmeza. — “Lo prometo. Diez años, Nochebuena, Times Square. No importa lo que pase, estaré allí buscando a la mujer más hermosa con un paraguas amarillo.”

La despedida llegó con un último abrazo fuerte y promesas silenciosas entre lágrimas y sonrisas trémulas. El mundo pareció detenerse en ese instante, pero, inevitablemente, el tiempo siguió su curso.

Los años pasaron. Al principio, las cartas entre ellos eran frecuentes, llenas de promesas y sueños. Pero un día, las cartas de Sally dejaron de llegar. Peter nunca dejó de pensar en ella, y la promesa que hicieron aquella noche nunca abandonó su corazón.

En Nochebuena, diez años después, Peter estaba en Times Square. Las luces brillaban, los copos de nieve caían suavemente y la multitud vibraba con la alegría de las fiestas. Miraba ansiosamente a su alrededor, buscando un paraguas amarillo entre la multitud. Su corazón latía con fuerza con cada rostro desconocido que pasaba.

De repente, una voz suave llamó desde atrás:

“¿Eres Peter?”

Él se giró rápidamente y, en lugar de Sally, vio a una niña, de no más de diez años, sosteniendo un paraguas amarillo. Sus ojos eran grandes, verdes y familiares.

“Ella… ella no va a venir,” dijo la niña, mirando al suelo con tristeza.

Peter se agachó para estar a su altura, con el corazón encogido. — “¿Quién eres? ¿Cómo conoces a Sally?”

“Mi nombre es Betty,” susurró. “Ella era mi mamá.”

El mundo de Peter pareció detenerse. El paraguas amarillo temblaba ligeramente en las pequeñas manos de la niña mientras continuaba:

“Mi mamá siempre habló de ti. Ella quería estar aquí hoy, pero… no pudo.”

Poco después, los padres de Sally, el Sr. y la Sra. Felix, se acercaron. Sus rostros estaban marcados por la tristeza, pero también por un afecto genuino.

“Sally falleció hace dos años,” dijo la Sra. Felix suavemente. “Descubrió que estaba embarazada poco después de mudarse a Europa. No quería preocuparte. Quería que siguieras adelante y fueras feliz. Pero nunca dejó de amarte.”

Peter tomó el diario desgastado que le entregaron, sus páginas llenas de palabras escritas por Sally, llenas de amor, arrepentimientos y esperanza. Una fotografía cayó de entre las páginas: ellos dos, jóvenes, sonriendo en el baile de graduación.

Miró a Betty, con lágrimas en los ojos. — “¡Eres mi hija!”

La niña asintió lentamente, con una pequeña sonrisa tímida en sus labios.

“Mamá dijo que tú eras el amor de su vida,” susurró Betty.

Peter la abrazó con fuerza, lágrimas rodando por su rostro. — “Nunca te dejaré sola. Nunca.”

En los meses siguientes, Peter hizo todo lo posible para traer a Betty a vivir con él a los Estados Unidos. Construyeron una nueva vida juntos, llena de historias, recuerdos y amor. Peter visitaba con frecuencia la tumba de Sally, llevando a Betty consigo, mientras las dos partes del corazón de Sally —su gran amor y su hija— finalmente estaban unidas.

En la siguiente Navidad, junto a la tumba de Sally, Peter colocó un ramo de rosas amarillas sobre la nieve fresca.

“El amarillo es el color de los nuevos comienzos,” susurró Betty, sosteniendo la mano de Peter.

Peter sonrió, mirando al cielo. — “Nunca te olvidaremos, Sally.”

La nieve siguió cayendo suavemente, cubriendo el suelo como un manto de paz. Y allí, en el silencio del invierno, un amor que trascendió el tiempo y la distancia finalmente encontró su hogar.