Adoptando a una hija que era igualita a nuestra hija biológica.

Mi esposa, Emily, y yo siempre supimos que queríamos expandir nuestra familia. Después de varias conversaciones y reflexiones, decidimos que la adopción sería el camino. Un sábado por la mañana, estábamos preparándonos para visitar un orfanato local, y aunque la sensación era de ansiedad, también había una gran esperanza en nuestros corazones.

Sophia, mi hija de cinco años de mi matrimonio anterior, estaba emocionada. No entendía completamente todo el proceso, pero sabía que pronto tendría una hermana o hermano. Emily también estaba emocionada, pero algo nerviosa. Era natural, y yo lo entendía.

“¿Crees que encontraremos al niño o niña adecuada hoy?” me preguntó Emily mientras se ajustaba los últimos detalles de su ropa.

“Estoy seguro de que sí”, respondí, tratando de tranquilizarla. “Lo importante es estar abiertos a lo que venga. Lo más importante es que estemos listos para dar mucho amor.”

Fuimos al orfanato y nos recibió la señora Graham, la directora. Nos condujo hasta la sala de juegos, donde varias niñas y niños estaban jugando. Pronto me vi conversando con un niño que estaba concentrado en una pila de bloques, mientras Emily se maravillaba con una niña que estaba dibujando.

Fue entonces cuando una niña se acercó. Tenía más o menos la misma edad que Sophia, unos cinco años, y sus ojos eran grandes y brillantes. Sonrió, mostrando un par de hoyuelos, y me hizo una pregunta que me dejó en shock.

“¿Eres mi nuevo papá?”

Miré a Emily, que estaba justo frente a mí y también la había escuchado. Emily, al ver a esa niña, se quedó congelada por un momento. Era una copia exacta de Sophia. El mismo cabello castaño claro, la misma sonrisa, incluso los hoyuelos. Pero lo que realmente me sorprendió fue la marca de nacimiento en su muñeca. Era la misma marca en forma de media luna que Sophia tenía.

Emily me miró, claramente sin palabras, y dijo: “David, ¡es igual a Sophia! Mira la marca en su muñeca, es la misma.”

La niña, con una sonrisa tímida, se presentó: “Soy Angel.”

El nombre Angel me golpeó de una manera extraña. Recordé algo que mi exesposa fallecida, Lisa, siempre decía: “Si tenemos otra hija, quiero que se llame Angel.” Nunca supe por qué pensaba así, pero ahora lo entendía.

En ese momento, algo dentro de mí me hizo sentir que había algo más. Algo profundo. Con el corazón acelerado, decidí llamar a Lisa. No la había visto en años, pero la historia que me contó cambió todo.

Cuando Lisa contestó, su voz estaba llena de emoción. Le conté todo sobre Angel, y después de unos segundos de silencio, finalmente habló.

“David, siempre supe que algún día encontrarías a Angel. Cuando estaba embarazada, descubrí que esperaba gemelos, pero no pude cuidar de los dos. Por eso te dejé a Sophia y dejé a Angel en el orfanato, esperando que algún día alguien la adoptara y la amara. Lamento mucho no haberte contado esto antes.”

De vuelta en el orfanato, Emily estaba con Angel, jugando y charlando. Ya no había dudas en mi corazón. Era como si la vida nos hubiera dado una segunda oportunidad, una oportunidad para ser la familia que siempre soñamos.

Hoy, Angel y Sophia son inseparables. Juntas traen aún más alegría a nuestra casa, y nuestra familia finalmente está completa. El destino tiene maneras misteriosas de unirnos, y ese día en el orfanato fue uno de los mayores regalos que la vida podría habernos dado.