Mi madre siempre puso mi felicidad por encima de todo. Después de que mi padre nos abandonara, dedicó su vida a criarme y nunca intentó encontrar un nuevo amor. Quería hacer algo especial por ella y pensé que nunca era tarde para encontrar la felicidad en una aplicación de citas. Lo que definitivamente NO ESPERABA era descubrir quién sería su pretendiente.

La decisión de crear un perfil
Me llamo Lucy y tengo 23 años. Como de costumbre, fui a visitar a mi madre, Phoebe, un fin de semana. Soy su única hija, y ella no tiene a nadie más. Desde que mi padre nos dejó, nunca tuvo otra relación.
Pasó años enfocada en mí, dejando su vida personal de lado. Ahora, con 56 años, encontrar una pareja no parecía fácil, pero yo estaba decidida a ayudarla.
Decidí crear un perfil para ella en Tinder. Estábamos en su sala de estar y le tomaba fotos, intentando encontrar la pose perfecta.
“Mamá, ponte cerca de la ventana para que la luz natural te favorezca”, le sugerí.

Ella se rió, algo avergonzada. “Lucy, me siento rara haciendo esto”.
“Mamá, nunca es tarde para sentirse bonita y amada”, me reí, intentando convencerla.
Finalmente, conseguimos unas fotos increíbles y creé su perfil. Juntas completamos la biografía, destacando su pasión por la jardinería, la cocina y su naturaleza cariñosa. Al principio dudó, pero cuando vio el resultado, sonrió. “Tal vez tengas razón, Lucy. ¿Quién sabe?”
Me alegré de verla entusiasmada. Pasó la noche explorando la aplicación y me fui a casa satisfecha, esperando que esto le trajera alegría a su vida.
El descubrimiento impactante
A la mañana siguiente, llegué a la oficina y fui a tomar café con mi compañera Natalie.
“¡Lucy, no lo vas a creer! Michael, nuestro jefe, no deja de sonreír mirando el celular. Debe haber encontrado a alguien”.
Me sorprendí. Michael siempre había sido un hombre serio y obsesionado con el trabajo. “¿Nuestro jefe enamorado? ¡Tengo que verlo!”
Natalie y yo ideamos un plan. Mientras ella le pedía ayuda para revisar unos documentos, yo tomé discretamente su celular de la mesa y miré la pantalla.
Lo que vi me dejó en shock.
Era mi madre. Michael y Phoebe habían estado intercambiando mensajes animadamente desde la noche anterior. Ya habían planeado una cita para esa misma noche. Mi corazón se aceleró. ¡Esto no podía estar pasando!
El plan para sabotear la cita
Entré en pánico. ¡No podía permitir que esto sucediera! ¿Mi jefe como mi padrastro? ¡No! Tenía que impedir esa cita.
Cuando la jornada laboral estaba terminando, noté que Michael tenía prisa por irse. Quería terminar un proyecto antes del encuentro. Entonces, se me ocurrió una idea.
Me acerqué a él con mi laptop y fingí tener un problema. “Michael, ¿puedes ayudarme a revisar este informe? No estoy segura de que esté correcto”.
Miró el reloj, impaciente. “Lucy, tengo prisa, pero veamos”.
Michael revisó todo rápidamente y volvió a su computadora. Mi plan no estaba funcionando. ¡Terminaría a tiempo!
Fue entonces cuando tomé una decisión drástica. Agarré el café en su escritorio y, “accidentalmente”, lo derramé sobre su laptop.
“¡No, Lucy! ¿Qué hiciste?” Michael gritó, tratando de salvar el aparato, pero ya era demasiado tarde. La pantalla se apagó.
“Oh, Dios mío, lo siento, jefe. Fue sin querer…”, fingí desesperación.
Michael suspiró frustrado y miró su celular. Escribió algo rápidamente y se quitó el abrigo, resignado. “Bueno, parece que mi noche está arruinada. Tendré que rehacer todo de nuevo”.
Debería sentirme victoriosa, pero un peso cayó sobre mí. ¿Qué había hecho?
La confesión y la redención
Más tarde, llamé a mi madre y escuché su voz decepcionada. “Hija, creo que esto de las citas no es para mí. Voy a borrar la aplicación”.
Mi corazón se rompió. ¿Qué había hecho por puro egoísmo?
Tomé una decisión. Volví a la oficina de Michael y, con la voz temblorosa, le dije: “Michael, ¿puedes llevarme en tu auto? Necesito hablar contigo”.
Él aceptó, sin saber que nuestro destino era la casa de mi madre.
Cuando ella abrió la puerta y nos vio juntos, se sorprendió. “¿Lucy? ¿Qué está pasando?”
Respiré hondo. “Mamá, Michael… Intenté sabotear su cita. Vi los mensajes y entré en pánico. Pensé que sería demasiado extraño. Pero fui egoísta y no pensé en cómo te sentías”.
Michael abrió los ojos sorprendido. “Lucy, ¿saboteaste mi noche?”
Mi madre suspiró, su expresión se suavizó. “Hija, entiendo tu miedo. Pero mi felicidad también importa”.
Michael sonrió. “Lucy, tu madre es increíble. Me encantaría conocerla mejor”.
Sentí un gran alivio. “Si esto te hace feliz, mamá, entonces yo también soy feliz”.
Ella sonrió y lo invitó a cenar. Cuando me pidió que me quedara, negué con la cabeza. “No, mamá. Esta noche es de ustedes”.
Mientras conducía de regreso a casa, sonreí. Al final, el amor realmente no tiene edad.