John, un hombre de 45 años, estaba en casa recuperándose de una cirugía mientras luchaba contra un resfriado terrible. Débil y agotado, todo lo que quería era una comida sencilla que aliviara su día. Pero cuando un repartidor decidió llevarse su comida porque no estaba satisfecho con una propina de $9, John convirtió su frustración en una lección de vida que rápidamente se volvió viral y llamó la atención de una importante empresa de entregas.
Había sido una semana difícil. Con su esposa, Karen, viajando por trabajo y sus hijos en casa de amigos, John estaba solo en casa. Apenas tenía energía para levantarse del sofá, donde pasaba el día envuelto en una manta, rodeado de pañuelos y medicamentos. La idea de cocinar algo parecía imposible, y la nevera solo contenía sobras que parecían experimentos fallidos de laboratorio.

Después de pensarlo un momento, tomó su teléfono y decidió pedir comida a través de una aplicación de entregas. Una sopa de pollo con fideos y un sándwich de pavo de su delicatessen favorita le parecían la opción perfecta: algo ligero para calmar su estómago y ayudarlo a recuperarse.
A pesar de estar economizando, John siempre había creído en dejar propinas justas, especialmente porque él mismo había trabajado en empleos donde las propinas hacían la diferencia. Por eso, añadió una propina de $9 a su pedido de $30, confiando en que era una cantidad generosa. Solo pidió al repartidor que dejara la comida en la puerta para evitar el riesgo de contagiar su resfriado.
Poco tiempo después, John recibió una notificación: su comida había llegado. Con esfuerzo, se levantó del sofá y caminó lentamente hacia la puerta. Encendió la cámara del timbre para asegurarse de que la bolsa estuviera allí, pero lo que vio lo dejó atónito.
El repartidor, un joven de unos veinte años, estaba de pie frente a la puerta, sosteniendo la bolsa. Miró su teléfono, luego la bolsa, y murmuró con desdén: “¿Nueve dólares? ¿En serio? Si estás tan pobre, no pidas comida.”
Antes de que John pudiera reaccionar, el repartidor se encogió de hombros y añadió: “Supongo que este idiota puede quedarse con hambre hoy,” y se llevó la bolsa con él.
John no podía creer lo que estaba viendo. Estaba demasiado sorprendido para moverse. ¿El repartidor realmente se había llevado su comida porque no le gustó la propina? Una mezcla de incredulidad, ira e impotencia se apoderó de él.
“Esto no puede ser real,” murmuró, mirando la pantalla. Rebobinó la grabación para asegurarse de que no estaba alucinando por los medicamentos para el resfriado, pero ahí estaba: el repartidor quejándose de la propina y llevándose su comida.
En lugar de dejarse llevar por la frustración, John decidió actuar. Abrió el chat de ayuda de la aplicación de entregas y explicó la situación. Adjuntó el video de la cámara del timbre como evidencia y, aunque sus manos temblaban de indignación, se aseguró de mantener la calma. El soporte respondió rápidamente, disculpándose por lo ocurrido, ofreciendo un reembolso completo y prometiendo informar al gerente del repartidor.
Sin embargo, eso no fue suficiente para John. Llamó a la delicatessen para informarles lo sucedido. El gerente, Sam, estaba incrédulo y prometió investigar el caso. “Esto es inaceptable,” dijo Sam. “Nunca hemos tenido algo así con este servicio de entregas. Te aseguro que haremos algo al respecto.”
Aún insatisfecho, John decidió compartir su experiencia en el grupo de Facebook de su vecindario. “Cuidado con este repartidor,” escribió, junto con el video del incidente. “Parece que una propina de $9 no es suficiente para él, así que decidió llevarse mi comida.”
La publicación rápidamente llamó la atención. Comentarios y reacciones comenzaron a inundar el post, con vecinos expresando su indignación y ofreciendo apoyo. Algunos compartieron la publicación en otros grupos, y pronto se volvió viral en la comunidad local. Los comentarios iban desde consejos sarcásticos hasta críticas severas hacia el repartidor.
“Si $9 no son suficientes para ti, tal vez busca un trabajo que pague por hora,” comentó un usuario. Otro añadió: “Consejo profesional: no robes la comida de la gente si no quieres que te despidan.”
Unas horas después, la empresa de entregas respondió públicamente a la publicación. “Ofrecemos nuestras más sinceras disculpas por esta experiencia inaceptable,” escribieron. “Estamos investigando la conducta de este repartidor y tomaremos las medidas necesarias. Gracias por informarnos.”
Más tarde, John recibió un mensaje privado de la empresa asegurándole que el repartidor enfrentaría acciones disciplinarias. Aunque no fue despedido, le garantizaron que aprendería una lección.
Esa misma noche, la delicatessen envió un nuevo pedido directamente a John como disculpa, acompañado de una nota escrita a mano que decía: “Que te mejores pronto, John. Estamos contigo.”
Mientras disfrutaba de su sopa, John reflexionó sobre todo lo sucedido. El apoyo de su comunidad y el desenlace positivo lo hicieron sentir que, incluso en los momentos de frustración, siempre hay formas de convertir experiencias negativas en lecciones valiosas. El repartidor aprendió que tratar mal a los clientes tiene consecuencias, y John descubrió el poder de una comunidad unida.
Unos 20 minutos después, recibí una notificación: la comida había llegado. Revisé la cámara del timbre para asegurarme de que todo estuviera entregado, pero en lugar de eso, vi a este tipo acercarse, echar un vistazo rápido a la propina y murmurar: “¿Nueve dólares? ¿En serio? Si estás tan quebrado, no pidas comida.” Y luego, este tipo tomó mi comida y se fue diciendo: “Supongo que este idiota puede quedarse con hambre.”
Me quedé ATÓNITO. Sentado allí, enfermo y recién operado, viendo cómo mi comida era robada porque mi propina de $9 no era “suficiente”. Estaba furioso. Pero en lugar de perder la cabeza, decidí darle una lección que no olvidaría jamás.
Primero, contacté con la aplicación de entrega, obtuve mi reembolso y notifiqué a la delicatessen lo que había pasado. Pero eso no fue suficiente. Lo que hice después está en el enlace en los comentarios abajo.