Siempre creí que conocía a mi madre por completo. A sus 65 años, Ellen siempre había sido el pilar de nuestra familia, una mujer de rutina, tranquila y predecible. Pero todo cambió una noche inesperada cuando, sin querer, subí al asiento trasero de un taxi que ella estaba conduciendo.

Era un martes cualquiera. Mi compañero de trabajo, Jake, y yo acabábamos de salir de un restaurante después de un largo día. Como mi coche estaba en el taller, él pidió un taxi para llevarnos a casa. El aire frío de la noche nos envolvía mientras nos reíamos de los chistes sin gracia de nuestro jefe. En cuanto el coche se detuvo, subimos sin prestar mucha atención.
Al acomodarme en el asiento, noté un aroma familiar a lavanda y un cojín de crochet en el asiento del conductor. Algo me resultó extraño, pero solo cuando miré al espejo retrovisor me di cuenta de lo impensable: los ojos que me miraban eran los de mi propia madre.
“¿Mamá?” pregunté, atónito.
Jake me miró, confundido. “Espera… ¿ella es tu mamá?”
Ella suspiró y soltó una risa nerviosa. “Creo que el secreto ha sido descubierto.”
Mi corazón latía acelerado. ¿Mi madre conduciendo un taxi? ¿Desde cuándo? ¿Por qué? Mil preguntas inundaron mi mente.
Jake notó la tensión y rápidamente se ofreció a tomar otro taxi. Asentí distraídamente mientras él se iba. Una vez que quedamos solos, me giré hacia ella.
“Mamá, ¿qué está pasando? ¿Desde cuándo conduces?”
Ella suspiró, manteniendo la vista en la carretera. “Samuel, no quería que lo descubrieras así. Pero ahora que lo sabes, necesitas escuchar la verdad.”
Asentí, tratando de controlar mi ansiedad.
“Es por Lily”, dijo con la voz entrecortada.
Mi estómago se encogió. Lily era mi sobrina, la hija de mi hermana Anna, una niña de apenas 10 años. Inteligente, curiosa y llena de sueños, pero recientemente diagnosticada con una enfermedad rara y terminal. Durante los últimos meses, esto había sido una sombra sobre nuestra familia.
“¿Qué pasa con Lily?” pregunté, temiendo la respuesta.
Mi madre respiró hondo. “Me dijo que quiere ver el mundo antes de que sea demasiado tarde.”
Mi corazón se encogió. “¿Ver el mundo?”
“Sí. Quiere conocer ciudades, montañas, océanos. Quiere sentir la arena bajo sus pies y ver las estrellas desde la cima de una montaña.” Hizo una pausa antes de continuar, con la voz temblorosa. “Pero Anna está ahogada en deudas, y tú tienes tu propia vida. No quería pedirles nada a ustedes. Así que decidí hacer algo por mi cuenta.”
“¿Conduciendo un taxi, mamá? ¡Eso es peligroso!”
Ella negó con la cabeza. “Lo sé, pero ¿qué otra opción tenía? Lily no tiene mucho tiempo. Tenía que hacer algo.”
Sentí un peso aplastante sobre mí. Mi madre, a sus 65 años, conduciendo un taxi para pagar el viaje de ensueño de Lily. Me sentí culpable por no haberlo notado antes.
“¿Y cuál es el plan?” pregunté, tragando el nudo en mi garganta.
“Ahorrar suficiente dinero para hacer un viaje en carretera con Lily y Anna. Veremos el océano, el Gran Cañón, las montañas… donde ella quiera ir.”
Me quedé en silencio un momento, tratando de asimilarlo todo. Luego, miré a mi madre y tomé una decisión.
“No tienes que hacerlo sola. Encontraremos otra manera.”
Ella me miró, sorprendida. “Samuel, no quiero que dejes nada por esto.”
“No se trata de dejar algo. Se trata de hacerlo juntos.”
Esa noche, nuestra familia cambió para siempre. El secreto de mi madre no solo reveló su fuerza y determinación, sino que también nos unió de una manera que nunca imaginé.
El viaje de Lily apenas comenzaba. Y ahora, yo sería parte de él.