Era una noche especial. Una cena romántica para celebrar nuestro primer aniversario, con todo planeado cuidadosamente. Mi novio, Blake, y yo queríamos disfrutar de un momento tranquilo. Mis padres, siempre atentos, se ofrecieron a cuidar de mi hijo de 4 años, Liam. Ellos se sentaron en una mesa cercana, dándonos espacio para que disfrutáramos mientras vigilaban a Liam.
Todo parecía perfecto. El restaurante era acogedor, con una iluminación suave y velas decorando las mesas. Yo llevaba mi vestido rojo favorito — ese que a Blake tanto le gusta — y él estaba impecable como siempre, pero había algo extraño en su comportamiento.
El Comportamiento Extraño
Desde el principio, Blake actuaba raro. Se veía inquieto, moviendo la servilleta entre los dedos y mirando alrededor constantemente.
— “¿Estás bien?” — pregunté, tocando su mano suavemente.
— “Sí, sí… estoy bien” — respondió rápidamente con una sonrisa forzada.
Pero no lo estaba. Lo noté cuando el mesero vino a tomar nuestro pedido.
— “Disculpe, ¿tienen cámaras de seguridad afuera?” — preguntó Blake, dejando al mesero confundido.
— “¿Cámaras? Eh… no estoy seguro, señor.”
Fruncí el ceño, sorprendida.
— “¿Por qué preguntas eso?” — susurré, buscando una explicación.
Blake se encogió de hombros.
— “Por nada. Solo curiosidad.”
Instantes después, volvió a preguntar:
— “¿La zona exterior está reservada para algún evento esta noche?”
— “No, señor, es un espacio abierto”, respondió el mesero con evidente desconcierto.
Blake seguía tenso, mirando con frecuencia hacia la mesa de mis padres. Liam jugaba alegremente con su carrito, y todo parecía normal. Entonces, ¿por qué él estaba tan nervioso?
El Momento Inesperado
Cuando mi padre se levantó de la mesa para contestar una llamada, Blake lo siguió con la mirada como si estuviera esperando que algo ocurriera. Su pierna rebotaba debajo de la mesa, y de repente, todo explotó.
— “¡LO HIZO OTRA VEZ!” — gritó Blake, levantándose de golpe y tirando la silla.
Su voz resonó por todo el restaurante, haciendo que las conversaciones se detuvieran y que todos nos miraran. Antes de que pudiera reaccionar, él ya corría hacia el fondo del restaurante.
— “¡Blake, qué estás haciendo!” — grité, alarmada.
Giré rápidamente hacia la mesa de mis padres y entendí todo. Liam estaba en la orilla de la piscina, intentando alcanzar su carrito de juguete que había caído al agua.
Mi corazón se paralizó.
— “¡No!” — grité mientras me levantaba.
El Rescate
Blake no dudó ni un segundo. Ya estaba en la piscina, sumergiéndose completamente vestido, justo cuando Liam, sin darse cuenta del peligro, perdía el equilibrio y caía al agua. Fue como revivir una pesadilla.
Hace un año, Liam había caído en otra piscina durante una reunión, y Blake lo había salvado. Ahora ocurría lo mismo.
Blake emergió rápidamente, con Liam en brazos. Mi hijo tosía, asustado, pero estaba a salvo. Corrí hacia ellos, temblando, y tomé a Liam entre mis brazos.
— “¡Estoy bien, mamá!” — dijo Liam, inocente y ajeno al caos.
— “Estás a salvo, mi amor” — susurré, con lágrimas en los ojos.
Blake salió del agua, empapado pero sereno. Sus ojos me buscaron, y su expresión de alivio era indescriptible.
— “Está bien”, dijo, más para sí mismo que para mí.
La Sorpresa Final
Cuando pensé que todo había terminado, Blake hizo algo que me dejó sin palabras. Aún empapado, se arrodilló frente a mí, sacó algo de su bolsillo y lo abrió: una pequeña caja con un anillo brillante.
— “Liam ya cree que soy su héroe”, dijo Blake, con la voz temblorosa. “Pero yo quiero ser tu héroe también. Para siempre.”
Las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos mientras el mundo se desvanecía a mi alrededor.
— “¿Quieres casarte conmigo?” — preguntó suavemente.
Por un segundo, no pude hablar. Luego, entre sollozos, logré decir:
— “¡Sí, sí quiero!”
Un Final Perfecto
El restaurante estalló en aplausos. Mis padres se acercaron corriendo, y Liam, sin entender del todo, sonrió y aplaudió también.
Blake colocó el anillo en mi dedo, su mano aún temblorosa, y me miró con esa sonrisa que me había enamorado un año atrás.
— “Ahora estás atrapada conmigo”, bromeó, con un toque de ternura.
— “No lo querría de otra manera”, respondí, riendo entre lágrimas.
Mientras salíamos del restaurante esa noche, con Liam charlando sobre su carrito, miré el anillo en mi dedo. Luego miré a Blake, el hombre que salvó a mi hijo dos veces y que me había dado un “para siempre” que nunca imaginé.
No era solo el héroe de Liam. Era también el mío.
Esta historia está inspirada en eventos reales, pero ha sido adaptada con fines creativos. Cualquier semejanza con personas o situaciones reales es pura coincidencia.