MI ESPOSO CAMBIÓ A NUESTRA FAMILIA POR SU AMANTE — TRES AÑOS DESPUÉS, LOS VOLVÍ A ENCONTRAR, Y FUE PERFECTAMENTE SATISFACTORIO

Fueron catorce años de matrimonio, dos hijos y una vida que parecía sólida. Pero todo se derrumbó en una sola noche.

Era un martes cualquiera. Estaba en la cocina preparando sopa para la cena cuando escuché la puerta principal abrirse antes de lo habitual. El sonido de tacones altos resonó en el pasillo. Cuando me di la vuelta para mirar, allí estaban: mi esposo, Stan, y una mujer alta, glamurosa, con una sonrisa afilada.

Bueno, querido, — dijo ella, mirándome de arriba a abajo — no estabas exagerando. Ella realmente se ha descuidado. Qué pena.

Stan suspiró como si yo fuera una carga.

— Lauren, quiero el divorcio — dijo fríamente.

Mi mente dio vueltas. — ¿Un divorcio? ¿Y nuestros hijos? ¿Y todo lo que construimos juntos?

— Te las arreglarás. Enviaré dinero. Ah, y puedes dormir en el sofá esta noche, Miranda se quedará.

Esa noche, hice las maletas, tomé a nuestros hijos y me fui. El divorcio llegó poco después. Vendimos la casa y me mudé a un pequeño apartamento con mis hijos, Lily y Max. Los primeros meses fueron duros, pero sabía que debía ser fuerte por ellos.

Stan desapareció no solo de mi vida, sino también de la de nuestros hijos. Al principio, enviaba la manutención, pero con el tiempo dejó de hacerlo. Lily y Max no veían a su padre desde hacía más de dos años.

Con el tiempo, reconstruí nuestra vida. Lily ingresó a la escuela secundaria, Max desarrolló su pasión por la robótica, y nuestra casa, aunque pequeña, estaba llena de amor y risas. Trabajé duro, pero me sentía orgullosa de lo que habíamos logrado.

EL REENCUENTRO

Tres años después, en una tarde lluviosa, al regresar del supermercado, vi a Stan y Miranda sentados en una cafetería decadente. Stan se veía agotado, su camisa arrugada y sus ojos hundidos. Miranda, aún vestida con ropa de diseñador, parecía desgastada.

Nuestras miradas se cruzaron y Stan se levantó apresurado.

— ¡Lauren! ¡Espera!

Caminé hacia ellos, dejando mis bolsas bajo un toldo.

— Lauren, lo siento — dijo con la voz temblorosa. — Necesito ver a los niños. Necesito arreglar esto.

Crucé los brazos. — No ves a tus hijos desde hace más de dos años, Stan. ¿Crees que puedes simplemente aparecer y solucionarlo todo?

Miranda resopló. — Oh, no me culpes a mí. Fue él quien perdió todo el dinero en esa “inversión segura”.

— ¡Y fuiste tú quien me convenció de que era una buena idea! — respondió Stan.

Comenzaron a discutir, lanzándose culpas el uno al otro. Por primera vez, vi a dos personas rotas, hundiéndose en el caos que habían creado.

Miranda se levantó, arregló su vestido descolorido y dijo fríamente:

— Me quedé por el hijo que tuvimos juntos, pero ya es suficiente. Estás solo, Stan.

Se fue sin mirar atrás. Stan se desplomó en su silla.

— Lauren, por favor. Déjame ver a los niños. Los extraño tanto…

Lo miré, buscando al hombre que alguna vez amé. Pero él ya no estaba allí.

— Dame tu número, Stan. Si los niños quieren hablar contigo, te llamarán. Pero no volverás a mi vida.

Asintió, anotó su número y me lo entregó.

EL CIERRE

Mientras caminaba de regreso a casa, sentí una paz que no había sentido en años. No era venganza, ni satisfacción por la caída de Stan. Era saber que mis hijos y yo habíamos construido algo hermoso a partir del caos.

Ya no necesitaba el arrepentimiento de Stan para seguir adelante.

Y, por primera vez en mucho tiempo, sonreí. No por lo que perdí, sino por lo que logré: paz, amor y una nueva oportunidad para nosotros tres de empezar de nuevo.