Cuatro Años Después: El Regreso de Scout y la Verdad Oculta.

Han pasado cuatro años desde que mi esposo, Jason, desapareció sin dejar rastro. Salió a hacer una caminata en las montañas con nuestro perro, Scout, y nunca regresó. Los equipos de búsqueda lo buscaron durante semanas, nuestros amigos y vecinos ofrecieron su apoyo, pero finalmente todos se rindieron. Jason fue declarado muerto, y tuve que seguir adelante por mí y por nuestros dos hijos, Emily y Benny.

El tiempo no borró el dolor, pero suavizó sus bordes afilados. Pequeños recuerdos de él permanecían esparcidos por la casa: sus viejas botas junto a la puerta, su taza de café favorita con una pequeña grieta, el olor sutil de su abrigo.

Hasta que, una tranquila tarde, todo cambió.


El Reencuentro con Scout

Era un sábado soleado y estaba acostada sobre una manta en el patio trasero, observando a los niños jugar. De repente, escuché un ruido entre los arbustos. Cuando miré, vi un perro delgado y sucio salir de las sombras. Mi corazón se detuvo. Scout.

Estaba envejecido, más frágil, pero era él. En su boca sostenía una chaqueta verde desgastada — la chaqueta de Jason.

— ¿Scout? — susurré, sin aliento.

Me miró por un momento y luego se dio la vuelta, comenzando a trotar hacia el bosque. Un instinto profundo me hizo levantar de un salto.

— ¡Niños, quédense aquí! ¡No se muevan! — grité, agarrando mi teléfono y corriendo tras el perro.


La Travesía por el Bosque

Seguí a Scout durante casi veinte minutos, tropezando con raíces, esquivando ramas y luchando por mantener su ritmo. Él seguía adelante, ocasionalmente volteando para asegurarse de que todavía lo seguía.

El silencio del bosque era ensordecedor. El tiempo parecía haberse detenido hasta que, finalmente, vi algo entre los árboles: una cabaña vieja y desgastada, oculta entre arbustos densos.

Un delgado hilo de humo salía de una fogata improvisada. Ropa desgastada colgaba de una cuerda entre dos árboles. Alguien vivía allí. Mi corazón latía con fuerza.

— ¿Jason? — susurré mientras me acercaba lentamente.


La Verdad Revelada

Miré por una ventana sucia y allí lo vi. Jason.

Estaba sentado junto a la fogata, su cabello largo y despeinado, una barba cubriendo la mitad de su rostro. Parecía un hombre diferente, casi irreconocible. Y no estaba solo. Una mujer estaba con él, su cabello enredado y su ropa gastada. Se veían… cómodos. Como si fueran una familia.

Mi mundo se hizo pedazos en ese instante.

Empujé la puerta, que crujió al abrirse. Jason levantó la cabeza, sus ojos se abrieron con sorpresa al verme.

— Maggie… — susurró.

— Jason. — Mi voz temblaba. — ¿Qué está pasando aquí? ¿Dónde has estado?

Él respiró hondo, mirando a la mujer antes de volver su mirada hacia mí.

— Necesitaba escapar, Maggie. Aquella vida me asfixiaba. Aquí, soy libre. Sarah y yo… construimos algo aquí.

Sus palabras me atravesaron como cuchillas. ¿Libre? Nos había dejado atrás. Había abandonado a sus hijos.

— Nos dejaste, Jason. Tus hijos creen que estás muerto. ¡Yo pensé que estabas muerto!

Él bajó la cabeza, incapaz de sostener mi mirada.

— Lo siento — murmuró, pero sus palabras sonaban vacías.

La mujer, Sarah, habló entonces con voz fría:

— Está mejor aquí. Deberías entenderlo.

¿Entenderlo? ¿Cómo alguien podría entender algo así?


La Decisión Final

Sabía que no había nada más que decir. Jason había tomado su decisión — una decisión que nos excluía. Sin decir una palabra más, me di la vuelta y salí de esa cabaña. Scout me siguió unos metros antes de detenerse, como si supiera que ya no podía hacer nada más.

El camino de regreso fue largo y silencioso. Cada paso se sentía pesado. Pero con cada metro que avanzaba, algo dentro de mí comenzó a fortalecerse.

A la mañana siguiente, busqué a un abogado.

— Quiero el divorcio — dije con voz firme. — Y quiero asegurarme de que mis hijos reciban lo que merecen.

El abogado asintió, comprendiendo la gravedad de la situación.


Un Nuevo Comienzo

En los meses siguientes, reconstruí mi vida con Emily y Benny. Aprendimos a sonreír de nuevo, a encontrar alegría en las pequeñas cosas. Jason había elegido su camino, pero yo había elegido el mío.

El dolor seguía allí, pero ya no me definía. La fuerza que encontré dentro de mí era mayor que cualquier abandono.

Mientras observaba a mis hijos jugar en el patio en otra tarde soleada, sentí algo que no había sentido en mucho tiempo: paz.

Fin.