MI EX Y YO NOS ENCONTRAMOS EN LA FIESTA DE CUMPLEAÑOS DE MI MEJOR AMIGO — DESPERTÉ Y ENCONTRÉ SU CASA CASI DESTRUIDA.

Ver a mi ex en una fiesta fue incómodo, pero nada comparado al shock de despertarme en medio de una casa completamente destruida. ¿Qué había pasado durante esas horas que no recordaba? El caos revelaría una verdad aún más sorprendente.

Me llamo Brady, y mi relación con mi exnovia, Betty, podría ser perfectamente el guion de una película — y no de esas románticas y tiernas. Comenzó como un cuento de hadas, pero se desmoronó tan rápido como un castillo de naipes. Todo empezó años atrás, en París, en la boda de un amigo en común. Ella era encantadora, carismática, y nuestros amigos pronto comenzaron a llamarnos “B&B”, la pareja perfecta. Nos enamoramos rápido y profundamente. Pero, como dicen, la pasión inicial a veces oculta los problemas reales. Cuando decidimos vivir juntos, todo se derrumbó.

Peleas. Resentimientos. Silencio. De un amor intenso pasamos a odiarnos como jamás imaginé que fuera posible. Finalmente, terminamos de una manera tan amarga que evitábamos cualquier reunión social para no encontrarnos.

Cuando Josh, mi mejor amigo, me invitó a su fiesta de cumpleaños, fui directo al grano:
— “¿Betty va a estar ahí? Porque si va, no cuentes conmigo.”
Josh se rió, moviendo la mano con despreocupación.
— “Tranquilo, Brady. No la invité. Te lo prometo.”

Con esa garantía, acepté la invitación. Josh se lo merecía. El tipo acababa de vencer una batalla contra el cáncer y estaba celebrando la vida. Yo no podía faltar.

La noche de la fiesta llegué con cierta tranquilidad. Pero esa calma duró poco. Apenas entré por la puerta, ahí estaba ella — Betty. Sonriente, hablando con un grupo de amigos, como si nada hubiera pasado entre nosotros. Nuestros ojos se encontraron y su sonrisa desapareció. En ese instante supe que algo estaba a punto de salir muy, muy mal.

Josh, el optimista sin remedio, se acercó con dos cervezas:
— “¡B&B! Qué alegría verlos aquí. Vamos, hablen y arreglen las cosas como adultos, ¿sí?”

Lo miré incrédulo. Betty, por su parte, tomó una botella de vino y gritó, lo suficientemente fuerte para que todos la escucharan:
— “¿Hablar? ¿Con él? Ni loca. ¡Alguien quíteme esta botella antes de que se la estrelle en la cabeza!”

La fiesta rápidamente se convirtió en una bomba de tiempo. Josh intentaba mantenernos separados, pero el ambiente era insostenible. Betty y yo nos lanzábamos miradas de odio puro. Yo bebía para ignorarla y ella… bueno, ella bebía para provocarme. En algún momento de la noche, perdí la noción del tiempo. Todo se volvió borroso: bebidas, música alta, gritos y risas. Oscuridad.

A la mañana siguiente, desperté en el sofá de Josh con un dolor de cabeza terrible y un sabor amargo en la boca. Cuando abrí los ojos y vi el estado de la casa, casi entré en pánico. El lugar estaba destrozado.

Había platos rotos por el suelo, botellas vacías por todas partes, cojines rasgados y una mesa de centro patas arriba. Parecía que un huracán había pasado por la sala.

Me senté, frotándome la cabeza, tratando de recordar. Fue entonces cuando Betty apareció, tan desorientada como yo.
— “¿Qué demonios pasó aquí?”, preguntó, mirando con horror el caos a nuestro alrededor.

Antes de que pudiera responder, mi teléfono sonó. Era Josh, y no sonaba nada feliz.
— “¡Ustedes dos, idiotas! ¡Destruyeron mi casa anoche! Se pelearon borrachos y lo tiraron todo abajo. Mi arrendador quiere que todo esté arreglado hoy mismo. ¡Más les vale empezar a limpiar ya!”

Betty y yo nos miramos con la misma expresión: “Estamos perdidos.”

Sin otra opción, comenzamos a limpiar el desastre monumental. Betty tomó un trapo y comenzó a limpiar la mesa mientras yo recogía los trozos de vidrio del suelo. El silencio entre nosotros era ensordecedor, pero no pasó mucho tiempo antes de que empezaran las acusaciones:
— “Esto es culpa tuya. Si no hubieras tomado esa botella y armado un escándalo, nada de esto habría pasado”, dije, frustrado.
Ella se detuvo y me fulminó con la mirada:
— “¿Mi culpa? ¡Tú no deberías haber venido! Todo estaba bien antes de que aparecieras.”

Y así continuamos, peleando mientras limpiábamos. Pero, a medida que la tarde avanzaba, algo cambió. Entre discusión y discusión, empezamos a reírnos de lo absurdo de la situación. Recordamos momentos del pasado, y el peso del odio que habíamos acumulado comenzó a desvanecerse.

— “¿Te acuerdas de cuando quemamos la cena y terminamos pidiendo pizza en nuestra noche romántica?”, preguntó ella, riendo mientras recogía un plato roto.
Sonreí, asintiendo.
— “¿Y de la vez que el perro del vecino se comió nuestra comida y casi lo adoptas? Extrañaba esto, ¿sabes?”
Ella me miró, y esta vez no hubo enojo. Fue un gesto diferente.
— “Yo también te extrañaba, Brady.”

Cuando terminamos de limpiar la casa, el lugar estaba impecable. Josh regresó, miró a su alrededor y, con una sonrisa maliciosa, dijo:
— “Sabía que ustedes dos necesitaban un empujoncito.”

Betty y yo intercambiamos una mirada. Por primera vez en mucho tiempo, había paz entre nosotros. Quizás no éramos las mismas personas, pero tal vez aún quedaba una oportunidad de reconstruir lo que habíamos perdido. Al salir de la casa, ella tomó suavemente mi mano.
— “¿Podemos intentar ser amigos primero?”, preguntó.
Sonreí. Tal vez, solo tal vez, eso era el comienzo de un nuevo capítulo.

Moraleja de la historia: A veces, una tormenta es necesaria para limpiar el pasado y permitir un nuevo comienzo.